Ella sueña con ser doctora y asiste a clases todos los días con su hijo en brazos.

Son las seis de la mañana en el barrio Martha de Roldós, en el norte de Guayaquil, Ecuador. Fabiana Ortega (18) apura el desayuno y termina de preparar su mochila con libros, refrigerios y pañales. Mientras tanto, su pareja, Ángel Bravo (28), viste a su hijo Miguelito de 11 meses. Los tres salen de la casa y caminan hasta la parada de bus. Fabiana y Miguelito tienen por delante casi dos horas de un ruidoso trayecto hasta el centro educativo.
Todos los días, Fabiana entra al salón de clases con su bebé en brazos. Dejarlo en casa no es una opción, su pareja trabaja muchas horas en una fábrica de cosméticos y no disponen de suficientes recursos para contratar a una niñera. Pese a esto, Fabiana no faltó ni un día a clases.
La joven mamá es parte de los 722 adolescentes que integran el Programa de Protección Integral (PPI) de UNICEF para familias migrantes y refugiadas procedentes de Venezuela con niñas, niños y adolescentes.
“El eje de la intervención es poder articular con los servicios públicos, a los cuales la población migrante y refugiada tiene derecho en Ecuador, como la atención integral. Y eso implica tener acceso a educación, a servicios de salud y protección a la infancia, que brinda el Estado y que están reconocidos en nuestra Constitución”, explica Alexandra Escobar, oficial de Política Social de UNICEF Ecuador.
Un periplo difícil
Fabiana nació en Táchira, Venezuela, y con 11 años migró por primera vez a Colombia. Allí vivió durante cinco años, pero la situación económica de la familia los llevó a migrar nuevamente en 2019. Su destino final era Chile; sin embargo, la pandemia cambió sus planes y decidieron instalarse en Guayaquil en busca de mejores oportunidades.
“Fue bastante duro salir de Venezuela. Me despedí de mi abuela, me acuerdo que le pedí la bendición, la abracé tan fuerte que no aguanté las ganas de llorar. También me despedí de mi papá y fue un momento amargo”, recuerda Fabiana. La vida en Colombia no fue fácil pero la joven nunca abandonó sus estudios: “Cuando estaba en Bogotá yo estudiaba y mi mamá se dedicaba a trabajar. Trataba de sacar buenas notas y siempre fui una de las mejores. Mi mamá sentía orgullo de mí y yo de ella porque estábamos juntas”.
El viaje hasta Ecuador duró cuatro días. Algunos tramos los hicieron a pie y otros, en bus. En plena noche, cruzaron caminando el puente Rumichaca, que une Colombia con el territorio ecuatoriano, y se quedaron sin comida.
Fabiana tiene una historia de resiliencia y lucha, como la de millones de venezolanos que salieron de su país a raíz de la crisis política y económica. Según datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), en Ecuador hay más de 500.000 migrantes y refugiados de nacionalidad venezolana. Solo en Guayaquil viven más de 20.000 familias venezolanas. A nivel nacional, el programa de UNICEF alcanzó a más de 1.400 hogares en cinco ciudades: Quito, Guayaquil, Tulcán, Lago Agrio y Manta. El 6% de esas familias tienen como cabeza de hogar a un adolescente.

La vida de Fabiana cambió para siempre al conocer a Ángel. Al poco tiempo de estar de novios se enteró de que estaba embarazada. La situación de vulnerabilidad de Fabiana se evidenció en el momento del parto, cuando ningún hospital la quería atender por ser menor edad, migrante y sin un familiar directo que respondiera por ella. Su mamá había retomado su viaje con destino a Chile.
“Mi mamá me dijo: ‘Hija, ¿te quedas con tu pareja o te vas con nosotros?’. Y decidí quedarme. Fue duro porque el amor que me da mi mamá no me lo da mi esposo. Pasé mi embarazo sola con mi pareja, en la casa de mi suegra y con mi mamá era solo por videollamada o mensaje de texto”, menciona la joven.
Tras el nacimiento de su bebé, Fabiana fue contactada por la organización HIAS, socia implementadora del programa de UNICEF en Guayaquil. Sin el permiso de un familiar adulto, Fabiana y su bebé no podían salir del hospital.
“Cuando hay el caso de una adolescente no acompañada en unión temprana con un adulto, puede haber un riesgo de violencia”, explica Sabrina Galeas, Trabajadora Social de Protección a la Infancia de HIAS. La organización logró la firma de la madre desde Chile y la autorización para que Fabiana y el bebé abandonen el hospital tras casi cuatro días de internación. Luego establecieron un seguimiento semanal a través de llamadas y visitas domiciliarias.
Con un plan de vida en la mochila
El programa de UNICEF funciona desde 2018 en Ecuador e incluye transferencias monetarias no condicionadas para los beneficiarios. El monto de la ayuda varía según las características de cada familia y se extiende hasta por nueve meses. “La población migrante y refugiada destina el dinero para el arriendo o para comprar alimentos. En el caso de hogares con niños y adolescentes, también damos un apoyo económico para impulsar la asistencia a la escuela”, apunta la oficial de Política Social de UNICEF.
Además del kit para la primera infancia y el bono de ayuda mensual, Fabiana recibió un bono de educación, que invierte en materiales y transporte para estudiar. El programa también brinda apoyo psicosocial y asistencia para la elaboración de un plan de vida en el nuevo hogar.
Con el apoyo de los trabajadores sociales, Fabiana elaboró un documento denominado Proyecto de Vida, que es un plan escrito en un cuaderno que la joven atesora en su mochila y que le ha ayudado a establecer cuáles son sus habilidades y conocimientos para cumplir sus metas. “Es como enseñar a un bebé a dar sus primeros pasos, hasta que se valga por sí mismo”, dice Galeas.

Como parte de este plan de vida, Fabiana avanza en sus estudios bajo la modalidad básica acelerada para terminar tres cursos en un año.
Al llegar al colegio Réplica 28 de mayo, sus amigos la reciben con risas y abrazos, como una familia. Se pelean por cargar a Miguelito y en la clase le ayudan mientras Fabiana acomoda una alfombra colorida en el piso para que el bebé gatee y descanse.
“En Fabiana veo mucha esperanza y ella tiene ganas de salir adelante. Tiene la meta de graduarse y tiene bien pensado qué es lo que quiere para su vida”, cuenta llena de orgullo Joselyn Fernández (16), su mejor amiga y compañera de clase.
David Valle es el maestro de Fabiana, y comenta que al inicio la joven se mostraba reacia de regresar a clases. “Ahora es la primera en llegar al colegio y sus tareas son excelentes”, añade. Reconoce que fue extraño impartir clases con un bebé en el salón porque lloraba o le molestaba el ruido: “Con el tiempo, Miguel se adaptó a la dinámica de la clase y nosotros a él. El niño ha generado un ambiente de unidad”.
La vicerrectora de la institución educativa, Liliana Mota Contreras, siempre motiva a Fabiana a perseguir sus sueños. “Es una niña bien comprometida, pienso que llegará muy lejos. Es muy responsable, buena compañera y es muy cumplida con todas sus tareas. Lo que más admiro de ella es su predisposición de venir a la institución con su bebé en brazos. Es una excelente estudiante.”
El programa de UNICEF y el apoyo de HIAS también le permitieron a Fabiana iniciar un pequeño emprendimiento de venta de cosméticos en línea, y ya logró participar en dos ferias de emprendedores en Guayaquil.
Pero hay un sueño más a futuro. La joven quiere seguir una carrera universitaria: “Me gustaría empezar siendo enfermera y luego médico”. Asegura que si bien su periplo migratorio terminó; su viaje de crecimiento personal recién empieza.