«Un hombre intentó llevarse a mi niña»: madre venezolana en frontera
Candymar Sánchez cuenta su experiencia migrando desde Venezuela y los riesgos a los que han estado expuestos sus hijos durante le trayecto.

Por Ana María Castro.

RUMICHACA, ECUADOR  – “Estaba haciendo la fila para vacunar a mi hijita Karen de cinco años y un señor intentó cogerla de la mano para llevársela. La cogí fuerte y empecé a gritar. Nunca había sentido tanto susto”.

Así narra Candymar Namías, de 39 años, su experiencia en la frontera entre Colombia y Ecuador, en el puente Rumichaca, donde realiza su penúltima parada antes de llegar a Perú, su destino final. 

El robo de niños en estos pasos fronterizos donde se aglomera tantas personas es tan solo uno de los riesgos a los que se pueden exponer las familias. Otros riesgos son la explotación sexual, la estafa, la extorsión, el maltrato y la trata de personas, entre otros.

La lucha de una madre

Candimar puede describirse como una mujer particular; no solamente por tener la condición de tener embarazos múltiples -tres partos gemelares- y ser madre de un total de seis hijos a tan corta edad, sino también por su tenacidad y determinación para proteger y buscar un mejor porvenir para su familia.

Katherine Sánchez Namías (22 años), Héctor Sánchez (42 años), Candymar Namías (39 años) Héctor Sánchez Namías (21 años) Michelle Vargas (novia de Héctor – 21 años), Karen Sanchez Namías (5 años) Kelly Sánchez Namías (5 años) Susana Darias (novia de uno de los hermanos que está en Perú - 18 años). La familia Sánchez Namías posa para una foto junto a la Aduana del Ecuador, momentos antes de iniciar los últimos preparativos para continuar su viaje hacia Perú, donde se encontrarán con dos de sus hermanos que viajaron antes para establecerse en Lima. Crédito de foto: ©UNICEF/ECU/2018/Arcos

Katherine Sánchez Namías (22 años), Héctor Sánchez (42 años), Candymar Namías (39 años) Héctor Sánchez Namías (21 años) Michelle Vargas (novia de Héctor – 21 años), Karen Sanchez Namías (5 años) Kelly Sánchez Namías (5 años) Susana Darias (novia de uno de los hermanos que está en Perú – 18 años). La familia Sánchez Namías posa para una foto junto a la Aduana del Ecuador, momentos antes de iniciar los últimos preparativos para continuar su viaje hacia Perú, donde se encontrarán con dos de sus hermanos que viajaron antes para establecerse en Lima. Crédito de foto: ©UNICEF/ECU/2018/Arcos

 

 

 

 

Al profundizar en su historia, cuenta que su vida en Venezuela era la de una mujer de clase media que se dedicaba a ofrecer servicios de estética a las mujeres más adineradas del país. Este era el sustento de su familia, el cual le permitía tener una vida cómoda sin lujos ni extravagancias.

Pero poco a poco, la clientela se fue reduciendo. “El trabajo se acabó y ahí fue cuando empezó toda esta aventura”, narra.

La travesía comenzó un año atrás. Cuando Candimar y su hija Karollay Sánchez, de 22 años, tomaron la decisión de viajar a Cúcuta (Colombia) y conseguir trabajo allí. “Dejé mi corazón allá, me dolió muchísimo separarme de mis hijitas más pequeñas, pero yo sabía que era algo temporal. Mi objetivo era sacarlos a todos del país”, dice ella.

Cúcuta las acogió con pocas oportunidades de empleo. No les quedó otra alternativa que vender tintos en las calles. “Fue tan duro que nos tocaba comer con los indigentes en una iglesia donde nos vendían el almuerzo a 500 pesos colombianos (20 centavos de dólar)”, relata.

Tras ver la situación tan compleja, decidieron irse a Bogotá, donde su experiencia tampoco fue tan gratificante. “Mi hija trabajó vendiendo dulces en un semáforo durante un mes y no le pagaron ni un peso. Yo trabajaba en un restaurante de 7 a.m. a 10 p.m. por solo 8 dólares diarios”, comenta.

Pero sin perder la esperanza, Candimar finalmente consiguió un trabajo en un salón de belleza en el que trabajó sin parar durante ocho meses. “Allá trabajaba todos los días, pero tenía una ventaja; vivíamos en la parte de atrás del negocio y no me cobraban el hospedaje. Así fue como pudimos ahorrar”, relata la madre.

Luego de tres meses fuera de su país y con algún dinero reunido, Candimar mandó a traer de Venezuela a sus gemelas más pequeñas; Karen y Kelly.

En Colombia, las niñas pudieron estudiar en un jardín distrital gratuito, mientras ella trabajaba para reunirse con al resto de la familia.

Pero su hija Karollay ya no estaba tan a gusto con el poco dinero que estaba recogiendo en Colombia. Decidió irse para Perú, donde consiguió un trabajo en una ferretería, en donde gana el salario mínimo que, según ella, alcanza para vivir y ahorrar un poco más.

Un mes después, Ezequiiel, hijo también de Candimar, alcanzó a su hermana en Lima y consiguió empleo.

Mientras tanto, en Venezuela quedaron el hijo menor de Candimar, Héctor Sánchez, de 21 años, su hija Katherine, de 22 años, y su esposo, también llamado Héctor, de 42 años.

El padre de familia vendió su carro, casa y todo lo que tenían para reencontrarse con su esposa. Ya en Colombia estuvieron por un mes allí y siguieron su ruta con destino a Ecuador, y posteriormente a Lima (Perú).

La familia Sánchez Namías está a punto de terminar su travesía. Candimar dice que entre todo lo que han vivido han estado bien porque el amor de familia los mantiene en pie. “El secreto está en la familia; uno siempre será el apoyo de todos y cuando alguno está mal el resto está para ayudar”, dice esta madre venezolana orgullosa de su numerosa familia.