Las voces de los niños y las niñas migrantes

Entre largas caminatas, despedidas de sus familiares e historias en nuevos lugares transcurre la vida de niños, niñas y adolescentes venezolanos que salen hacia otros países.

Rumichaca, Ecuador – Elegir su juguete favorito entre los muchos que dejan en Venezuela se ha convertido en una acción recurrente entre los niños venezolanos que empacan sus maletas para emprender el viaje que los reencontrará con su familia en algún país vecino de América Latina.

“A veces uno tarda mucho haciendo las maletas porque no nos caben las cosas, pero nos damos cuenta de que lo más importante se queda allá; nuestros seres queridos”, dice Gaviannys Rivera, de 12 años.

La crisis migratoria ha generado que miles de niñas, niños y adolescentes salgan de Venezuela, junto con sus familias, en condiciones adversas, sumándole la discriminación y xenofobia que recae algunas veces sobre ellos en otros países.

Para Esleyker Gómez, de 16 años, lo más duro es dejar a sus amigos que los conoce desde hace mucho tiempo. “Yo ahora tengo que ver cómo termino quinto de bachillerato. La situación en Venezuela es tan dura que ni siquiera se pueden comprar los útiles escolares”, dice el adolescente.

Por su parte, Emily Fuentes, de 16 años, asegura que tuvo que dejar de estudiar por un tiempo para trabajar en una tienda de ropa de niños y ayudarle a su mamá. “Luego pude volver a estudiar, pero fue rudo”, dice ella.

Ecuador, al igual que países como Brasil, Chile, Colombia y Perú, afronta la afluencia de población venezolana en situación de movilidad humana. Al país han ingresado más de 760.000 [1] venezolanos entre enero y octubre, por vía terrestre. El pico más alto fue en agosto de este año con más de 80.000 [2]. Un promedio del 20% [3] se queda en Ecuador.

Según cifras oficiales, cerca de 140.000 [4] son niños, niñas y adolescentes. Ellos llegan junto con sus familias a la frontera norte de Ecuador, luego de viajar varios días en condiciones difíciles.

Muchos de ellos tienen que pasar la noche en los puntos fronterizos, como el de Rumichaca, que está a 3.000 metros de altura sobre el nivel del mar, y donde la temperatura baja hasta los 3 grados centígrados.

Esleyver Gómez, de 5 años, lleva viajando dos días con su papá, su hermano y su perro Toby. “Lo que menos me ha gustado es el frío. Tengo muchas ganas de llegar a Perú porque no veo a mi mamá hace cuatro meses y nos está esperando”, concluye el niño venezolano.