Más de 700 adolescentes migrantes, como ellos, recibieron apoyo para asentarse y desarrollar su proyecto de vida en Ecuador. 

Mirlenis Navas (18) y Elio Noel Gamaz (21) se conocieron en Colombia. Ella vivía con su familia en una pequeña casa en la ciudad fronteriza de Cúcuta. Él se abría paso en esta misma ciudad a la que había migrado tiempo atrás con su papá. Eran adolescentes y tenían muchas cosas en común, entre ellas su condición de migrantes y una misma tierra natal: Venezuela. La casualidad quiso que compartieran techo durante un tiempo y ahí se enamoraron. Mirlenis decidió irse con Elio a Chiclayo, en Perú, pero en el camino cambiaron de opinión y se quedaron en Lago Agrio, en la frontera norte del Ecuador, donde viven actualmente. 

“Después de que conocí a Elio, decidí salir de mi casa. Prácticamente decidí tener una vida de adulta siendo una niña. En ese momento pasaron tantas cosas por mi mente, correr el riesgo, dejar a mi familia atrás. Ese viaje fue mucho miedo, mucho. Como desesperación, porque pasamos cosas que de verdad no se las desearía nadie”, recuerda con angustia Mirlenis. 

El 23 de agosto de 2020 pisaron suelo ecuatoriano con 3,50 dólares en el bolsillo y mucha sed. No tenían nada ni conocían a nadie allí. Hacía calor, igual que en Aragua y Barquisimeto, sus localidades en Venezuela. Se sentían un poco como en casa. Llevaban 16 días de viaje y 1.000 kilómetros recorridos. Al final, cruzaron la frontera en canoa porque el puente San Miguel, que separa el departamento de Putumayo (Colombia) de la provincia de Sucumbíos (Ecuador), estaba cerrado. 

Habían dejado atrás miedos, peligros, hambre, frío y noches en lugares inhóspitos. Mientras el mundo entero estaba paralizado por una pandemia, Mirlenis y Elio caminaban para empezar una nueva vida. La pareja de jóvenes decidió asentarse y probar suerte. Llamaron por teléfono a César (18), hermano de Elio, quien también había salido solo de Colombia y los esperaba en el frío de Tulcán. Cuatro días después se reunieron en Lago Agrio. Desde entonces, los tres jóvenes no han vuelto a desplazarse. 

Al igual que ellos, miles de migrantes llegaban a Ecuador cada día. Los últimos datos de la Plataforma de Coordinación Interagencial para Refugiados y Migrantes de Venezuela (R4V), estiman que para septiembre de 2022 había más de 500.000 migrantes venezolanos en Ecuador.

Una respuesta integral para atender la urgencia 

En respuesta a la situación migratoria, UNICEF Ecuador a través del Programa de Inclusión Social y en coordinación con otras agencias del sistema de Naciones Unidas, puso en marcha en 2018 un programa de transferencias monetarias no condicionadas, denominado Programa de Protección Integral para familias migrantes y refugiadas con niñas, niños y adolescentes en Ecuador (PPI). El programa, implementado por HIAS, tiene una estrategia integral que combina las transferencias económicas con la asesoría en derechos, acceso a servicios sociales, apoyo psicosocial y orientación para construir su proyecto de vida.

Al mes de llegar a Ecuador, Mirlenis notó cambios en su cuerpo y empezó a sentir malestar. La trabajadora social de HIAS le sugirió realizarse una prueba de embarazo. “Abrimos el sobrecito los dos juntos. Yo ya estaba lejos de mi casa, había dejado de ser niña mucho tiempo atrás… Y bueno, seguir adelante con la noticia”, cuenta la joven sobre el momento en el que vio el resultado positivo. Unos meses más tarde nacería Marlon Diosnel (1). 

Tras evaluar  la situación de la familia -especialmente la de Mirlenis y César por ser menores de edad-, accedieron al programa de UNICEF, que brinda una ayuda económica mensual durante nueve meses. Anteriormente habían sido beneficiarios de la asistencia de ACNUR, que ofrece un apoyo financiero durante tres meses. 

Mirlenis reconoce la importancia de recibir el apoyo en un momento tan difícil para ella: “Las organizaciones fueron como nuestra familia en ese momento, porque no teníamos a nadie”, afirma Mirlenis.  

Alexandra Escobar, oficial de Política Social de UNICEF Ecuador, explica que el programa “incluye transferencias monetarias para las familias migrantes porque una de las dificultades con las que llegan es la falta de recursos económicos”. Sin embargo, “el recurso financiero es el medio, no el fin; lo importante para nosotros es lograr que las niñas, niños y adolescentes migrantes y refugiados y sus familias, que se encuentran en situación de vulnerabilidad, puedan tener una protección integral y ejerzan sus derechos en el país”.

Desde el 2020, este programa ha apoyado a 5.772 personas en Ecuador, de las cuales 722 son adolescentes de entre 12 y 17 años. Apenas llegan, las familias pueden acceder a una ayuda económica de ACNUR, cuyo monto varía según el número de integrantes menores de edad de la familia y puede durar hasta tres meses. Las familias migrantes también pueden acceder a una tarjeta para alimentación del Programa Mundial de Alimentos (PMA), durante un periodo de seis a 12 meses.

Alisson Orduz, trabajadora social de HIAS, señala que además de las transferencias monetarias, los adolescentes “acceden a varios talleres, desde el área de inclusión económica, por ejemplo, de ahorro e ideación de negocio para administrar mejor el recurso económico; desde el área de psicología se abordan temas como conflictos familiares, prevención de violencia basada en género, entre otros”.  

Elio cuenta que los primeros meses en Lago Agrio fueron los más duros: “El embarazo de Mirlenis fue la etapa más difícil, fue la etapa en la que nos teníamos que superar, porque ya sabíamos que, a pesar de que somos jóvenes, teníamos la responsabilidad, no solo de pagar el arriendo, no solo de pagar luz, de pagar agua, ya teníamos otra responsabilidad, que era el hijo de nosotros. Bueno, vamos a pedir en la calle, pero, por algo, vamos a pedir, que no sea solamente para la comida y pagar el arriendo, sino para montar un negocio”. 

La ayuda se multiplica 

Dos años después de llegar a Lago Agrio, Mirlenis y Elio cuentan su historia sentados en el local que arriendan para vivir y trabajar: una casa que es su hogar, su taller de bicicletas y su barbería. Con gran esfuerzo, dedicación y el acompañamiento de las organizaciones, la familia logró salir adelante con su emprendimiento.

El camino no ha sido fácil. Elio relata que, cuando Mirlenis estaba embarazada, él trabajaba vendiendo caramelos y helados, o pedía dinero en las calles. Se cansaba mucho yendo de un lado al otro, y se le ocurrió buscar la forma de hacerse de una bicicleta. Buscó en una chatarrería y con los conocimientos que traía de Venezuela por su afición al ciclismo, logró poner a punto una bici. 

“No había pasado ni una semana y llega un amigo y me dice: Oye, esa bicicleta está linda, véndemela. Te doy 70 dólares”, cuenta el joven. Ahí nació Bicilacréate, su taller de bicicletas. Al frente de este emprendimiento está Elio.  César, su hermano menor, trabaja en la barbería que también abrieron. Reciben a todos con una enorme sonrisa y muestran orgullosos el lugar.

Con esta experiencia, más las capacitaciones brindadas a través del programa, los jóvenes se dieron cuenta de que la inversión se podía multiplicar. Desde ese momento, todo el dinero que entra a la familia lo dividen, una parte para subsistir y otra para invertir en el negocio. Ellos quieren crecer.

Lo mismo sucedió con la barbería. César y Mirlenis pasaron al Programa de Acompañamiento de Transición a la Vida Adulta de UNICEF, que consiste en recibir clases sobre oficios. Allí aprendieron técnicas de barbería. Esto les dio otra idea. Elio separó 200 dólares para comprar sillas, espejos y máquinas de cortar el cabello. El nombre debía tener la misma idea: crear emprendimiento. Por eso, la barbería se llamó Barbelacréate. 

Actualmente, Mirlenis está aprendiendo a hacer manicure para ampliar los servicios: “Mi plan a futuro es tener un spa de uñas”. 

En el taller de bicicletas también ayudan a sus paisanos. En un rincón del negocio, colocaron una vitrina para apoyar a los pequeños emprendimientos de otras familias venezolanas que venden papas, chifles y yuca frita. 

Cuando nació Marlon Diosnel, el bebé de Mirlenis y Elio, recibieron un bono que consiste en una única entrega de 130 dólares para el desarrollo integral y la educación inicial. Como parte de esta ayuda, los jóvenes también aprendieron pautas de crianza, cuidado infantil, nutrición, lactancia, prevención de la violencia, roles y responsabilidades familiares, y recibieron acompañamiento psicosocial.

El bebé es la motivación para seguir emprendiendo. Hoy Bicilacréate y Barbelacréate son el sustento de Elio, Mirlenis, y su familia. En julio de 2022, llegó a Lago Agrio Noel José Gamez (43), papá de Elio y de César, con su esposa y sus otros dos hijos de 3 y 9 años, y también se unió al trabajo en el taller de bicicletas. 

Desde que llegaron, cada tarde, Elio sube a sus hermanos y a su hijo Marlon en la caja de su triciclo y los saca a pasear por el barrio. Ahora, con más estabilidad, siente que finalmente se abre un futuro para ellos.